LA ABEJA Y LOS ZANGANOS.
A tratar de un gravísimo negocio
se juntaron los zánganos un día.
Cada cual varios medios discurría
para disimular su inútil ocio;
y, por librarse de tan fea nota
a vista de los otros animales,
aun el mas perezoso y mas idiota
quería, bien o mal, hacer panales.
Más como el trabajar les era duro,
y el enjambre inexperto
no estaba muy seguro
de rematar la empresa con acierto,
intentaron salir de aquel apuro
con acudir a una colmena vieja,
y sacar el cadáver de una abeja
muy hábil en su tiempo y laboriosa;
hacerle, con la pompa mas honrosa,
unas grandes exequias funerales,
y susurrar elogios inmortales
de lo ingeniosa que era
en labrar dulce miel y blanda cera.
Con esto se alababan tan ufanos,
que una abeja les dijo por despique:
“ ¿No trabajáis mas que eso? Pues, hermanos,
Jamás equivaldrá vuestro zumbido
a una gota de miel que yo fabrique”
¡Cuántos pasar por sabios han querido
Con citar a los muertos que lo han sido!
¡ y qué pomposamente que los citan!
Mas pregunto yo ahora: ¿los imitan?
Fácilmente se luce con citar
Y elogiar a los hombres grandes de la antigüedad;
El mérito está en imitarlos.
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